Comentario
En la Corona de Castilla el fin de siglo no es especialmente interesante. En el siglo XV, la voluntad de ciertos promotores religiosos y laicos va cambiando lentamente la situación. Gómez Manrique encarga antes de su muerte su sepulcro y el de su mujer, para el monasterio de Fresdeval que ha fundado. El obispo Diego de Anaya trae a un desconocido escultor a Salamanca, para que se ocupe de su tumba en una capilla destinada al efecto. Es una obra suntuosa: donde el artista demuestra un conocimiento de lo que se hace en el área de Cataluña y sur de Francia, con un lenguaje cercano al del internacional. En Sigüenza, después de su muerte y de acuerdo con su intención, se lleva a cabo el sepulcro de Alonso Carrillo de Albornoz, cardenal de San Eustaquio, en una línea parcialmente deudora de la herencia de Borgoña.Todas son obras importantes, pero no representan por ahora sino casos aislados, en un ambiente aún no plenamente renovado. Por el contrario, el retablo esculpido apenas existe, si acaso en piezas de escaso alcance, normalmente de madera.